Nuestro colaboradora Estefanía Villanueva nos da unos consejos prácticos para saber cómo actuar con los miedos infantiles.
La fiesta de Halloween se ha convertido en una tradición en nuestro país desde hace unos años, siento motivo de festividad y diversión tanto en la preparación como en el día del evento.
Una gran mayoría de las consultas de psicología infantil son los miedos, terrores nocturnos y pesadillas que tienen los pequeños durante su infancia.
Es en esta fecha donde quizás algunos de esos temores se vean aumentados o salgan a la luz, y los padres se preguntan porqué su hijo tiene pánico a la oscuridad, a los fantasmas, le dan pavor los muñecos y maquillajes de los otros disfrazados y no es capaz de celebrar esta fiesta.
– ¿Qué puedo hacer?, me preguntan muchos padres.
Pues la respuesta irá orientada según la edad del niño y del estilo educativo de cada padre.
De esta forma, a los padres se les explica que los miedos infantiles no son más que la ansiedad que se genera ante estímulos reales o imaginarios considerados como amenazantes -lo sean o no-.
Es una respuesta adaptativa del ser humano y forma parte del proceso evolutivo del niño. Esta ansiedad ante estímulos específicos como el avión, la oscuridad o a las arañas se consideran miedos o temores.
Desde que nacemos, somos seres sociales que estamos en continuo contacto con nuestro entorno. De esta forma, nuestro mecanismo de defensa ante cualquier amenaza, sea real o imaginada, es el miedo.
Por ello, es de vital importancia no restarle importancia a estos miedos desde el mismo momento que impiden el desarrollo normal en la realización de actividades que anteriormente se hacían de forma placentera.
Cuando estos miedos persisten en el tiempo y se presentan de forma que incapaciten el comportamiento que el/la niño/a tenía anteriormente ante el mismo estímulo, evitando la experiencia, pueden ser objeto de atención psicológica.
La causa u origen de estos miedos podemos agruparlas en:
- Acontecimiento traumático o estresante desencadenante
- Estilo de crianza de los padres
- Temperamento del niño
El miedo lo sufren en torno al 45% de los niños y tanto la intensidad, como la duración y cómo interfieren en la vida cotidiana del pequeño dependen de muchos otros factores: apoyo emocional en padres, familiares y amigos, estilo de afrontamiento y manera en que se reaccionan ante la aparición de estos.
Los miedos «normales» y evolutivos, propios del desarrollo del niño los podemos resumir en estos:
- 0-2 años: todo aquello que tenga que ver con la supervivencia del pequeño: Ruidos, luces destellantes, golpes, separación de las figuras de apego, juegos en los que pierda en equilibrio, estímulos muy intensos, lugares desconocidos, etc.
- 2-4 años: dado que el niño es más independiente y explora por si mismo, igualmente tendrá miedos a los desconocidos, tormentas, animales, daños físicos, oscuridad.
- 4-6 años: personajes imaginarios, brujas, fantasmas, separación de los padres es menor (porque han tenido ya una adaptación a los seres que no son de su entorno), miedo a las catástrofes
- 6-10: soledad, miedo a hacer el ridículo ante compañeros de clase o profesores, miedo al daño físico o a ir a la escuela
- 10-12 años: todo lo relacionado con sus relaciones en la familia(conflictos con los padres) y con sus iguales en la escuela y amigos(mal rendimiento escolar)
A partir de la pubertad y con la llegada de la adolescencia, los miedos están más relacionados con la aprobación social para su grupo de iguales y con las relaciones sociales (físicos, aprobación en la integración de un grupo, discusiones entre amigos). Es destacable el miedo a ser rechazado por sus amigos o compañeros, temor a fracasar por su condición física o nivel de rendimiento escolar e intelectual. También se presentan miedos a hablar con el sexo opuesto o personas que les son atractivas, así como a hablar en público. Miedos a la muerte, accidentes o rechazo físico.
El miedo es una respuesta adaptativa y como tal genera un aprendizaje en el individuo. Si esa respuesta adaptativa se hace de forma “inadecuada” y se sostiene en el tiempo la respuesta de evitación o huida, se generan los miedos o fobias infantiles y “traumas”.
Ante estos miedos normales, los padres sobreprotectores deben enseñar a sus hijos a afrontar con normalidad estos terrores, explicándoles y reaccionando con naturalidad. Un estilo educativo sobre protectores está relacionado con el mantenimiento de la conducta de evitación de la experiencia.
Los padres deben favorecer la autonomía del pequeño, permitir que experimenten por si solos y de forma gradual en algunos casos las experiencias, haciéndoles saber mediante su lenguaje y expresión corporal y comunicación no verbal que no ocurre nada y que pasará enseguida.
La exposición a la experiencia de manera que sienta acompañamiento emocional y/o físico ante el estímulo real o imaginario del miedo hace que el niño se sienta más seguro ante la experiencia.
Pero, ¿qué debo hacer ante el miedo a la oscuridad y los fantasmas?
Pues bien, podemos tomar algunas de estas pautas:
- Normalizar la situación explicando que no pasa nada por sentir miedo. Explicarles que el miedo es normal y que todos tenemos miedo ante las cosas que desconocemos les hace sentirse entendidos y comprendidos.
- Acompañar en el momento del miedo no dejándoles solos y manteniendo la calma, junto a el niño/a. Dejar al pequeño/a solo/a ente la experiencia estresante, lejos de favorecer su adaptación, le generará aún más miedo y sentimiento de abandono.
- No fomentar ni inculcar la visualización de películas temerosas, videos o comentarios aterrorizantes.
- Estar con el a oscuras con una pequeña luz tenue. Acompañarle desde la oscuridad con una pequeña luz donde pueda visualizar lo que le rodea, no dejando que sea la imaginación la que deje fluir imágenes aterradoras donde no las hay.
- No asustarles cuando estén solos con expresiones como “que viene el caco, el hombre del saco, etc…”. Una de las causas principales de los miedos infantiles son este tipo de comentarios que atemorizan la seguridad del menor en la oscuridad.
- No encender la luz. No es la solución. Hay tranquilizarle sin encender la luz. Acompañar. Si se enciende la luz estamos reforzando la ideas de que la oscuridad es un problema.
- Establecer rutinas antes de dormir que sean relajantes: dormir acompañados de peluches, baños relajantes, cena tranquila, música relax, película de risas, etc.
- Juegos y cuentos infantiles relacionados con el miedo.
Ante todo hay que tomar las situaciones con calma y con cariño, sin ridiculizar al pequeño.
«Aceptar el miedo como parte de la evolución y tomar actitudes favorecedoras de esta aceptación, sin evitar ni huir de ellos, hacen que el niño tenga en el futuro una conducta autónoma y positiva de afrontamiento hacia ciertas adversidades.»
Estefanía Villanueva