Prevención solar: o de cómo tenía que haber escuchado más a mis padres

Baby Mandy Mae!

Esta mañana ya me desperté rara. Tenía cita con el dermatólogo con el que había quedado para saber si mi sospecha de que me había aparecido otro basocelular era infundada o no. Pero desgraciadamente, hay que extirparlo. Y en estos momentos me siento muy impotente con el problema que tengo con mi piel.

Escribo este post no por desahogarme, sino más bien para ayudar a concienciar sobre los efectos dañinos del sol. Y lo hago y lo digo de corazón: ¡hay que cuidarse mucho más, y prevenir desde pequeños!

Como me decía mi dermatólogo, la piel tiene memoria. Y aunque desde pequeña mis padres me han echado protección solar, etc.,  la efervescencia adolescente acabó con esos cuidados, y a partir de ese momento dejé de cuidarme y de hacer caso a mis padres.

Mi madre no dejó de recordármelo y  siempre estaba encima de mí insistiendo en la importancia de protegerme, sobre todo por la piel tan blanca que tengo. Aún recuerdo su sempiterna frase: “Irene, no olvides echarte la crema”. Pero yo  ni caso, y aquí tengo las consecuencias.

¡Quién iba a convencer a un adolescente o a un universitario de los efectos dañinos del sol! Mi única obsesión era estar morenita, por lo que andaba todo el día en la playa de Pedregalejo con los amigos, y sin una gota de protector solar encima… ¡Error!

A los 20 años llegó el primer susto, y me quitaron uno. Los médicos fueron muy serios y me avisaron; pero no me autoconvencí; Eso sí, empecé a cuidarme, muy poco –aunque algo es algo- para lo que necesitaba.

Casi 20 años después, con 39 años me quitaron 4 basocelulares más, uno de ellos con muy mala pinta; de nuevo un susto y un aviso.  Y aumenté más las medidas de protección, pero el daño ya estaba hecho.

Hasta hoy; y es que llevaba varios días viendo una mancha en la piel que no me gustaba; pero por esa manía nada sana de dejarnos para lo último, sumado al follón del crowdfunding de ManySafe, no veía el momento adecuado de ir al dermatólogo. Pero me paré, valoré lo que me estaba jugando, cogí el el toro por los cuernos y me fui a su consulta.

Y aquí estoy. Esperando que llegue el 15 de Junio para quitármelo, resignada a tener otra cicatriz, y con la seguridad de que el daño está hecho, y de que por mucho que me cuide, mi piel se resiente y en cualquier momento puede salirme otro.

Incluso he llorado de la impotencia que siento de no poder controlar este tema de salud. ¡Me da tanta rabia!, sé que hay cosas peores… pero me duele en el alma no haberlo parado antes. Me rompe el corazón ver cómo mis peques, cuando me ven las cicatrices,  me dan besitos en las pupas para que se curen, y ellas son las únicas que me hacen reír. Me encantaría tener esa inocencia que tenemos cuando somos niños…pero la vida es así.

Es verdad, que el haber sido madre me ha hecho ser más consciente de mi problema de salud y que tengo que cuidarme precisamente por ellas.

Un favor para terminar

Hoy quiero pediros un favor: cuidaos mucho, y cuidad de los peques. Educadlos para que no salgan sin crema, incluso cuando no es verano. Y no hay mejor ejemplo para ellos que veros a vosotros hacerlo.

Nos vemos este verano con protección total disfrutando de nuestras familias.

Deja un comentario